lunes, 30 de mayo de 2016

TENGO DERECHO A ENOJARME

Pocas cosas o personas logran sacarme de mi equilibrio emocional. Hace pocos días, luego de saltearme varios cruces de calle complicados llegando a la hora pico de un viernes, me di cuenta que me sería muy fácil llegar al último semáforo que me quedaba. La calle relativamente despejada y el gran cruce a la vista. El semáforo cambiaría a rojo y al próximo toque habría pasado mi último obstáculo para salir de la ciudad y tomar la carretera hacia el bello norte.
Craso error. Un agente de tránsito decidió ser más inteligente que el inteligente y caro semáforo. Se colocó bajo el amigo de colores y quedó un buen tiempo dando paso a un solo lado, a tal punto que ya no pasaban vehículos y él seguía. No les haré este cuento largo porque todo habitante de Santo Domingo sabe que se puede ver el color verde en tres oportunidades y no recibir paso.
Me enojé. Miré para atrás y la calle que hasta ese momento era normal ya le costaría 20 minutos a cualquiera recorrerla. Mi sangre hervía y mi corazón latía con fuerza y rapidez; estaba preparado para la batalla. Adrenalina, cortisol y dopamina corrían por mis arterias… había llegado el momento de retomar el control.
Cuando termino enojándome los perdedores somos los míos y yo. Dominar la emoción no es tan fácil, prefiero trabajar en prevenirla… y si no pude, llega el momento de subyugar la reacción.
La solución es darme cuenta a tiempo que se rebosará la copa y abstraerme de la situación. Muchas no las puedo cambiar. Dejar que la emoción me domine es poco productivo, terminaría explotando. Respirar profundamente y reconocer que no puedo cambiar lo que está pasando es mi actitud, o sea, llevar al consciente y dominar el tiempo que duraré con la emoción no productiva.
Cuando puedo precaver con antelación es aún mejor: Salir con el tiempo contado, por ejemplo, no me ayudará a llegar relajado; tampoco tocar la bocina, eso me enerva más a mí que a los demás; saber que algo que mis hijos están haciendo terminará en una situación que no quiero, me ayuda a accionar calmado con antelación, como detallo en mi libro Migomismo.
Si dejamos que la emoción domine nuestra reacción actuaremos como humanos prehistóricos. ¿Sería preferible que accionemos racionalmente en vez de rendirnos ante la reacción emocional?



3 comentarios:

Taide Aquino dijo...

Gracias Diego por compartir esta experiencia, en realidad nuestros AMET pueden enojar a cualquier mortal pero como dices lo que hago es distraerme de la situación que no puedo cambiar, aceptar, respirar concentrarme en eso también busco la música que me gusta, al final mi organismo sufre mas que dejándome llenar de ira!

Stanley dijo...

Yo tengo un temperamento un poco agresivo, exploto muy rápido, por más que practico la paciencia y tolerancia me salgo de control. Me ha costado mucho trabajo esa extraordinaria virtud.

Lucrecia Puente dijo...

Pues en lo que respecta al tránsito en nuestro país, me llevo de dos consejos de tres que me diera un chofer de carro público en mi época de peatón: Para manejar un vehículo en República Dominicana hay que hacer tres cursos (no intensivos, ni talleres de un día):
1.- Curso de paciencia para poder soportar estoicamente las mil y una sorpresas que se nos presentan en la calle: agentes de la Amet que causan entaponamientos, guaguas de transporte urbano, hoyos, charcos, semáforos que funcionan, pero que no se utilizan, vendedores ambulantes, talleres en las aceras, peatones ensimismados,etc.

2.- Curso de sinvergüenza para no hacer caso a nada de lo que suceda a tu alrededor, enfocarte y seguir hacia tu destino con buen humor y sin alteraciones.

3.- Curso de malas palabras - de este consejo no me llevo porque anula el primero y el segundo.