lunes, 21 de febrero de 2011

PENSARLO NO ES DECIRLO...

Pensamos dar una instrucción o pasar una idea, de inmediato creemos que la diremos, será escuchada, la entenderán, la aceptarán, estará pronto funcionando y no tendremos que repetirla. Sin embargo, “Pensarlo no es... conservarlo”.

Pasar a otras personas lo que nos da vueltas en la cabeza no es una cuestión de jerarquía o de suerte. No se nace con el don de la persuasión. Definitivamente hay personas que logran persuadir a otras de hacer cosas; lamentablemente también cosas que están fuera de los valores de la sociedad.

Aristóteles fue uno de los grandes en utilizar y desarrollar la retórica, pero ha pasado mucho tiempo y no es en vano. Hoy tenemos muchos instrumentos que se agregan al discurso, que en aquella época no existían. Necesitamos manejarnos con todo para poder ser grandes oradores o simplemente buenos comunicadores.

La retórica nos entrega técnicas para lograr que lo pensado sea conservado. Es que pensarlo no es decirlo; como dicho no es escuchado; ni escuchado es entendido; entendido no quiere decir que está convenido; una vez acordado no estará automáticamente funcionando; pero aunque esté funcionando, no obligatoriamente estará conservado.

Tenemos que manejar muchos aspectos para persuadir con nuestro pensamiento. Entre ellos:

–La voz: Tanto el tono, el volumen y la modulación pueden agradar o ser una molestia. Todos se modifican y se logra una armonía que ayuda a ser aceptada, por nosotros y por los demás.

–Los conocimientos: Sin ellos nuestro discurso será vacío. Tratar de convencer de algo que no conocemos, es querer lograr algo a muy corto plazo, pero le aseguro que no durará para siempre.

–La cultura general: Apoyo para toda persona que quiera convencer con la palabra hablada o escrita.

–El lenguaje del cuerpo: Gestos, articulaciones, mímicas... Todo acompaña nuestras palabras. Si no decimos lo mismo con la voz y el cuerpo, el subconsciente de nuestro auditorio nos rechazará.

–Construcción de nuestro mensaje: No se le puede dejar al azar el orden del discurso. El inicio tiene que llamar la atención; a continuación el auditorio tiene que identificarse con el tema; luego se necesita conclusiones; y el final tiene que dejar algo en la mente de los oyentes. Existen diferentes formatos, este es sólo uno de ellos.

–La tecnología: Hay que conocer las posibilidades que tenemos a la mano. Desde micrófonos, hasta programas de cómputos. Todo tiene que darle fuerza a nuestra presentación. No confundirse... muchos hacen que la palabra le dé fuerza a la tecnología.

Convencer no es cuestión de dones ni de suerte, es una simple implementación de técnicas muy trabajadas y estudiadas. La casualidad no tiene que ver con la forma de nosotros expresarnos. Trabaje su voz, aprenda de la tecnología, maneje su lenguaje corporal, tenga una estructura para su mensaje... todo eso le dará un poder de convencimiento que hará que lo que usted piense sea ejecutado y conservado.


Hasta la próxima entrega.




FRASE DE LA SEMANA

“Los ojos no hablan, pero se expresan tanto que logran desmentir al orador.”

Diego A. Sosa

Consultor, Coach, Escritor y Conferencista