sábado, 15 de octubre de 2016

¿SON LAS RECOMPENSAS EL MEJOR CAMINO PARA EDUCAR?

En la ciudad de Hanoi hubo una gran plaga de ratas. El gobierno intentó de varias formas exterminarlas y no conseguía su propósito. Alguien tuvo la idea de incentivar a toda la población para terminar con la plaga. Crearon una ley y se comenzó a pagar por cada rata muerta que se entregara.
La medida surtió una motivación extraordinaria y la población comenzó a llevar ratas a las autoridades. Decenas de miles de ratas eran pagadas cada día y parecía que los habitantes de Hanoi pronto serían liberados de la plaga. Lamentablemente, las ratas seguían siendo las dueñas de la ciudad.
La medida había motivado, pero la solución no había llegado. ¿Qué había pasado? Tristemente la creatividad voló más alto que el objetivo de la iniciativa. Los habitantes de Hanoi buscaron la forma de ganar más dinero con la entrega de ratas al gobierno... ¿Ya se imagina cuál fue la solución que habían encontrado? Sí, armaron criaderos de ratas. Ni siquiera se tenían que molestar en cazarlas, simplemente las sacaban de las jaulas y las vendían a la municipalidad.
Recordemos que si hay una recompensa como motivación, hemos declarado que los objetivos del que pone la recompensa son diferentes del que la recibe, él tendrá como objetivo la recompensa.
Por ejemplo: Un banco le pide a sus empleados que coloquen préstamos, por cada adquisición recibirá una motivación monetaria. El empleado tiene un objetivo y el banco tiene otro. La empresa quiere una gran cantidad de préstamos, ¿y el empleado? Exacto, mucho dinero en su cuenta de ingresos. ¿Se tendrá que preocupar el empleado por la sanidad de su cartera? Para eso tendría que tener otra variable en su carta de motivación.
Existen directores de empresas que ganan hasta 700 millones de dólares al año. ¿Si ganaran 500 estarían desmotivados? Créame que sí, quizá no logre los objetivos que le pongan si no le pagaran esa suma y, lo más seguro, cambiarían a un empleo donde le pagaran más. ¿Hasta dónde llega la ambición? Es difícil saberlo.
Hay que tener mucho cuidado al querer motivar con dinero. He visto empresas que definen el crecimiento como objetivo, motivan a todos sus empleados para lograr los números planteados... luego pagan con sangre un crecimiento sin una rentabilidad sana.
¿Y en la familia? Muchas veces ofrecemos recompensas para que nuestros hijos realicen actividades. Sacar la basura, arreglar su habitación, sacar buenas calificaciones, etc. ¿Qué queremos en realidad? Muchas veces sólo podemos ver la acción inmediata. Sin embargo, la realidad es que queremos criarlos. Queremos enseñarles costumbres y hábitos que van más allá de la simple actividad de dejar su cuarto ordenado. ¿Qué tienen que hacer ellos para recibir una recompensa? Claro, recoger su habitación.
Si nuestros hijos fueran habitantes de Hanoi dejaran cada día su habitación desordenada... me imagino que no le tengo que aclarar para qué. Sí, para que haya una recompensa. O sea, no estaríamos logrando inculcar un excelente y productivo hábito, y sí una mentalidad (aunque creativa) totalmente interesada.
Pensemos en cuántas recompensas ofrecemos y en lo que en realidad logramos. Si queremos motivar con recompensas, éstas deben ir alineadas con el objetivo final que tenemos. En mi libro ¡Alcanza la Cumbre! explico en detalles la forma de motivar sin necesidad de recompensas. El objetivo final es formar individuos automotivados.

Aviso: En octubre estaré en la República Dominicana. Para consultorías o capacitaciones pueden escribirnos a ventas@diegososa.info.

Frase de la semana:
“Hacer algo con una visión total es lo que ayuda a un logro integral”

martes, 11 de octubre de 2016

¿ELEGIMOS A LA PAREJA POR SU CAPACIDAD FINANCIERA?

Con frecuencia me encuentro en las redes con un tipo de carteles que en cierta forma me sorprenden. Uno de ellos es: “Un ‘te quiero’ es bueno, pero no hay nada como un ‘te deposité’ ”.
Conocer a nuestros antepasados nos ayuda a entender el porqué de nuestro comportamiento. Saber que el mundo cambia a mayor velocidad de la que nuestro cerebro puede evolucionar es una obligación si queremos modificar conductas que ya no son útiles.
Hasta hace unas cuantas decenas de años, la necesidad de encontrar una pareja con la capacidad de mantenerla era para la dama una necesidad básica. Sin asegurar su techo y comida podía convertirse en una presa fácil para el sufrimiento. El cerebro femenino sigue procurando defenderla de dicho peligro. Y el masculino intenta aprovecharse de tal comportamiento para lanzarse a la conquista. Demostrarle a esa dama que él es capaz de darle protección y alimento es su forma de conquistarla, quizá prehistórica, pero le da resultados. Hasta algunos tratan de impresionarlas gastando dinero que no se han ganado y que en el futuro les hará mucha falta, ya sea para las crías o para tener un techo seguro.
Una diferencia hoy es que muchas mujeres ya no necesitan al hombre para suplir la comida en su casa. No les hacen falta las habilidades y destrezas del cazador antiguo; hoy ella sale a trabajar y consigue el dinero para suplir las necesidades básicas, y cada vez en más casos muchas necesidades más.
El hombre que conquista una mujer mostrándole sus capacidades de mantenerla a la altura que ella está interesada puede estar entrando en un partido peligroso. Si mostrar dinero es la divisa, la categoría en que jugará el hombre sube de acuerdo a su capacidad de endeudamiento.
Un macho con una tarjeta de crédito de abundante cabida puede pasar a jugar en las grandes ligas del apareamiento instantáneo. Una mujer con pretensiones importantes y atributos cautivadores estará jugando en las ligas mayores. Un juego peligroso se percibe en el ambiente. Solo será posible mantenerlo mientras el macho pueda aparentar y la joven mantenga sus atributos. Bajar de liga es más que cuestionable para ambos; el resultado, por lo general, es desastroso.

En mi libro Migomismo II muestro cómo nos comportamos para lograr la empatía y crear relaciones de larga duración. ¿Tendremos que transparentar las finanzas antes de emparejarnos?