martes, 3 de enero de 2017

ME RESISTO...

En estos días he tratado de reducir un peso que se me ha colgado de la cintura. No es mucho ni es la primera vez, pero sé que es más fácil controlarme ahora que cuando sea más.
El ensayo siempre requiere de fuerza de voluntad. Han venido a mi mente varios experimentos hechos por los sicólogos en el transcurso de los años. He sentido en carne viva los resultados a que ellos han llegado.
Uno de los experimentos es aquel de darles a voluntarios algo específico de comer antes de resolver una tarea matemática que no tiene solución (los participantes no sabían esta parte). A algunos le dieron chocolates y a otros rábanos. ¿Cuáles abandonaron primero? Si dijo que los de los rábanos le diré que acertó.
Una de las conclusiones de este y otros experimentos es que cuando nos sacrificamos una vez es más difícil resistirnos a la segunda. O sea, comer rábanos en vez de chocolates no me lleva a quedarme haciendo una tarea de matemáticas por mucho tiempo.  
Traducido a mi proceso: Me paso el día evitando las dulzuras y reduciendo el volumen de la ingesta. Mi fuerza de voluntad hasta la noche es insuperable. El momento delicado llega cuando está terminando el día y se me presenta la oportunidad de doblar las rodillas. Si se me presenta la ocasión se me hace más difícil resistirme.
Mi solución ha sido no dejar que se presente la oportunidad de arrodillarme. No abrir la nevera ni pasearme por la despensa es una excelente forma de evitar la tentación. Aunque no es la mejor forma de prepararme para futuras ocasiones.
Lo bueno es que la fuerza de voluntad se entrena; es como un músculo, mientras más lo ejercitamos, más fuerza tendrá. Como explico en mi libro Migomismo– Su Inteligencia Emocional Interna, no conseguiremos dominar una emoción, pero sí la reacción que ella provoca. Es un proceso de evitar y exponernos al riesgo… en este caso, el de seguir aumentando de peso.

Debo resistirme todo el día a los excesos y luego en la noche pasar por la nevera con la pura convicción de que la abriré pero no entraré la mano por más que me llame la atención algún manjar. Debo también resistirme a dar la vuelta de reconocimiento. ¿Te atreves a fortalecer tu fuerza de voluntad resistiéndote a algo que no debes pero quieres?

lunes, 2 de enero de 2017

“Espejito mágico en la pared…”

“Espejito mágico en la pared: ¿quién es de todas las damas en este reino la más hermosa?” Es una frase muy famosa del cuento de Blancanieves.
Hoy todos preguntamos a todos a través de las redes. Quizá no si somos los más hermosos, pero por lo menos queremos estar entre los más… ya sea: hermosos, que más viajan, que mejor comen, que más salen, etc.
Si solicitamos a diez personas a nuestro alrededor que evalúen su forma de conducir, probablemente todos quedarán por encima del promedio. En algún caso puede pasar porque no estamos tomando una muestra científica. En la vida real la mitad debería estar por debajo.
La realidad es que si tomamos todo en serio y hacemos una encuesta, más del 90 % de las personas dirá que está por encima del promedio. Ya sea en su forma de conducir, éxito, hijos más bellos o inteligentes, etc.
¿Es viable que más de la mitad de las personas estén por encima del promedio? Estadísticamente es imposible. La percepción de ser mejores en lo que hacemos o logramos es muy típica, pero también puede ser nociva.
Cuando creemos que a nosotros no nos pasará como a los demás, podemos estar viviendo en una burbuja. “A mí no me dará cáncer por fumar”. “Yo no tendré un accidente por andar rápido, yo manejo mejor que casi todos”. “Cuando bebo es que mejor manejo, no soy como los demás, ahí es que más me cuido”. Y otras aseveraciones que pueden llevar a ver las leyes de la probabilidad como un acto extraño que solo le aplica a los que están fuera de la burbuja.
Existe también un efecto gemelo y de sentido contrario. Es cuando creemos que somos peores que el promedio. Hasta llegamos a pensar que estamos entre el 10 % más desafortunado.
Al pensar de esa manera no hacemos el intento por lograr algo que no está tan distante como pensamos. Muchas veces no necesitaremos de talento para estar cerca del promedio; con algunas técnicas y un poco de práctica lograremos estar más allá de lo que necesitamos.
No te sugiero que trates de convertir una debilidad en fortaleza. Tampoco que pienses que no eres tan bueno como eres. Es cuestión de ser realista y sacarle provecho. ¿Te atreves a intentar algo que piensas nunca podrías, como manejar tecnología, bailar o hacer algún deporte?

Por: Diego Sosa