Desde el siglo XIX algunos defienden la
teoría de que el Homo sapiens se
convirtió en un ser que sólo piensa con respecto al dinero. Nace el término que
supuestamente define al humano contemporáneo. La teoría es interesante, pero,¿es
la realidad?
Ya el humano no consigue la comida de manera
directa: ni cazamos, pescamos, criamos ni cultivamos para suplir nuestras
necesidades de alimentación. El dinero se convirtió en el sistema de trueque y
todos trabajamos por él. Tiene varios valores, el principal nos permite
cambiarlo por lo que consumiremos.
Con el dinero acumulado podremos vivir cuando
ya no podamos trabajar. También nos da estatus y nos permite comprar cosas que
no cubren necesidades básicas. Hasta llegamos a creer que también podemos
cubrir necesidades tan complicadas como las de estima.
La teoría inicial del Homo œconomicusdefiende que el humano trata de obtener la mayor
cantidad de bienes, comodidades y lujos con la menor cantidad de trabajo que tenga
que realizar. En una primera instancia, se adapta a la gran mayoría de las
personas que conocemos. Pero sólo a primera vista.
El humano de hoy quiere obtener la mayor
cantidad de bienes, comodidades y lujos, pero sólo se preocupa por el tiempo en
que lo obtiene y no porque sea con la menor cantidad de trabajo que tenga que
realizar. Yo diría que estamos tratando de conseguir lo mencionado, pero lo
realmente importante es que sea a la mayor brevedad posible.
Trabajamos para ganar dinero y con él compramos
los bienes, lujos y comodidades. Mientras más dinero ganemos debería traducirse
en el tiempo en mayores adquisiciones. El gran problema cuando ponemos el
factor prisa por delante es que pagamos más para adquirir lo mismo. La ecuación
que define al Homo economicus se
desvirtúa.
La mayoría del los humanos modernos busca la
forma de utilizar el dinero de otros para lograr lo que los demás tienen. No me
refiero a robar, sino a los créditos para bienes de consumo y lujos. Tomar
prestado es muy fácil en nuestros días; el que tiene dinero sobrando lo pone a
disposición de una institución financiera y, por un diferencial, ella la presta
a los que quieren adelantar su consumo.
Para no confundirnos: Hay créditos que nos
llevan a producir o que nos evitan pagarle a alguien, por ejemplo, el alquiler.
Podemos llamarlas deudas buenas. No es a esas que me refiero en el párrafo
anterior.
Si fuéramos fieles a la definición de Homo economicus, para salir de viaje
reuniríamos mensualmente una cantidad de dinero, compraríamos un instrumento
financiero para que el dinero fuera reproduciéndose y, cuando el monto fuera
suficiente para hacer el viaje, lo hiciéramos. No confundir con el verdadero
tacaño, él nunca haría el viaje.
En cambio,alguien nos habla que irá de paseo,
nos entusiasmamos, vemos las posibilidades de la tarjeta de crédito,
solicitamos un préstamo y salimos a comprar el pasaje. Volvemos del viaje y
pagamos durante meses un monto que supuestamente no podíamos sacar cada mes
para prever el gasto.
Como el dinero de otros
cuesta, pagamos intereses. Si tomamos, como ejemplo, un
crédito a un año, lo que costaría 120 termina costando 150. El viaje a su
tiempo hubiese costado 10 mensuales, terminó costando 12.5. Contando con que
pudo pagar la tarjeta de crédito sin financiarla... si no la pagó, el gasto se
aumenta mucho más.
FRASE DE LA SEMANA
Diego
A. Sosa
Consultor,
Coach, Escritor y Conferencista
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