Hace unos días escuché a un niño decirle una mentira a su
padre. Los observé y vi cómo ambos no se creían el episodio. Un interrogatorio
más profundo sacó la verdad y al final el enojo no se hizo esperar.
Mi amigo se giró y me preguntó: ¿Cómo hago para que no me
mienta? Ladee la cabeza sin saber cómo debía responderle. ¿Le decía que los
humanos mentimos? ¿Qué él también miente? ¿Qué el niño es un potencial
sicópata?
Decidí explicarle más profundamente lo que pienso de las
mentiras y ocultadas de verdad.
Cada persona tiene su historia, somos influenciados a tomar
decisiones y los niños no escapan a ello. Muchas veces creemos que aprendieron
a mentir porque vieron a otros, lo que puede pasar, pero creo firmemente que en
la mayoría de los casos es por su instinto de conservación.
Pensemos en alguna mentira, u ocultada de verdad, que
hicimos en los últimos días… Quizá algo que no le contamos a la pareja, una
mentira sutil a los hijos o a algún familiar. Podemos ir desde no decirles lo
mal que le quedaba una ropa hasta contarles algo diferente a lo sucedido en
realidad. Quizá tenga que hacer una pausa en la lectura para recordar toda la
historia.
¿Por qué lo hizo? Posiblemente no quería críticas o dañar a
alguien. Quizá no estamos dispuestos a que intenten cambiar nuestras
decisiones, sean productivas o no, ya decidimos. ¿Cuántas veces escuchamos
reproches por algo que hicimos? Desde pequeños tenemos que estar defendiéndonos
para no recibirlos, ellos generan emociones muy dañinas, hasta golpean nuestra
autoestima.
Los pequeños tienen muchos frentes para defender: La
escuela, los hermanos, los padres, los tíos, los abuelos… Cualquiera que pueda
reprocharles por algo que hicieron se puede encontrar con una respuesta que no
será del todo sincera. En algunos casos le pedimos sinceridad y luego los
castigamos. En otras ocasiones ofrecemos indulto si son sinceros. ¡Qué paradoja!
¿Por qué las personas les cuentan la verdad a otros no
involucrados? Muchas mentiras las generamos nosotros con nuestra reacción. Si
soy el tío de confianza no me mienten, yo no castigo ni reprocho, quizá puedo
guiar. No puedo ser tío de mis hijos, pero sí puedo intentar guiarlos y
hacerlos aprender de sus y mis errores. El camino es largo, pero: ¿Se atreve a
convertir el próximo reproche en una frase que guíe y enseñe?
Todo con respecto a las comunicaciones está en mi libro:
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